Por Jesús David Navarro Rodríguez, Oscar Medina-Ortiz, Cleiver Andrade Fossi, Maricarmen Chacín González y Valmore Bermúdez
Resumen:
Súbitamente nuestro planeta ha quedado atrapado en una pandemia que todo el mundo esperaba pero para la cual casi nadie estaba preparado. Esto ha desencadenado una crisis mundial sin precedentes y ha dejado casi 25 millones de casos y un millón de fallecidos, sin mostrar signos de disminución. La incertidumbre y el aislamiento de la pandemia han provocado un temor y una ansiedad generalizados, en particular, en los países con sistemas de salud inadecuados que no tomaron en serio este brote. A pesar de este panorama sombrío, los desastres naturales han dado lugar —en algunas ocasiones— a una disminución de los conflictos internos en algunos países, ya que muchas veces las facciones en lucha se ven obligadas (por extrema necesidad) a trabajar juntas, o al menos, a descender el grado de conflictividad para centrarse en la preservación o la reconstrucción de sus localidades. Hay indicios de que algunos gobiernos tratan de aliviar las tensiones políticas a la sombra de la COVID-19.
Las redes sociales y la internet han sido las grandes protagonistas durante la pandemia por COVID-19. En los últimos años estas herramientas han proporcionado un “mapa en tiempo real” de lo que acontece en cualquier parte del mundo. El presente artículo pretende ofrecer una perspectiva psicológica en torno a la crisis causada por la pandemia y de la necesidad de un cambio en las interpretaciones localistas hacia la unión y la solidaridad mirándonos como una cultura o aldea global. Igualmente se analiza el posible papel de la internet y las redes sociales en la construcción de esta nueva forma de ver nuestra civilización.