Por Javier Mateos-Pérez, Charo Lacalle y Simone María Rocha
La ficción televisiva ha experimentado cambios múltiples y significativos durante el siglo XXI. Su presencia y la calidad de sus producciones se ha multiplicado exponencialmente, y ello le ha llevado a adquirir un progresivo ascenso cultural y a conquistar una destacada relevancia social. Los formatos televisivos de ficción han pasado de ser ignorados por la crítica y la academia a ocupar una posición privilegiada en la sociedad gracias a una combinación de factores culturales, sociales, tecnológicos y económicos. A las televisiones tradicionales que emitían estos contenidos se les han ido uniendo en la última década numerosas plataformas de naturalezas diversas, los dispositivos que empleamos para visionar las series han aumentado y cada vez es más sencillo acceder a contenidos heterogéneos y transnacionales porque se ha democratizado la creación, la producción y la difusión de este tipo de productos culturales de entretenimiento.