Por Cathia Huerta Arellano, Alejandra Cantoral Pozo y Flor de María Gamboa Solís
Resumen:
La reflexión que proponemos aquí es un ejercicio crítico para el que es necesario partir del encuentro con nuestra propia fragilidad que, seguro, se encuentra habitando otros cuerpos y subjetividades, en relaciones frágiles y potencializando prácticas y saberes sobre los cuidados de aquello que pensamos puede ser rompible. Si la única existencia conocida como digna de vivirse es la que se materializa en un sujeto autosuficiente, íntegro respecto de su cuerpo y mente, la existencia frágil se orienta hacia la propensión de la calumnia, la precarización y la patologización. Sin embargo, son las formas creadas de acercamiento a esas experiencias, ya sea para conocerlas, nombrarlas o cuidarlas, las que dan lugar a una epistemología cuya justificación no busca la validez del saber científico sino la emancipación de los saberes que se autorizan desde las fragilidades colectivamente compartidas.