Por Silvana Flores
Resumen:
Este artículo se propone analizar tres largometrajes documentales mexicanos lanzados en los últimos años que tienen en común su interés por forjar, a través del formato audiovisual, una memoria sobre la historia del cine de aquel país, y en torno a ello, sobre las microhistorias doméstico-familiares que involucran personalmente a sus realizadores, restituyendo ciertos aspectos sobre ese tópico en particular que incluyen tanto la reivindicación de la cultura popular como la proyección de experiencias privadas sobre dicha construcción. Aquellos films, Perdida (Viviana García Besné, 2009), La historia negra del cine mexicano (Andrés García Franco, 2016) y Bellas de noche (María José Cuevas, 2016), se destacaron por relatar algunas particularidades históricas del cine en contraste con lo que se ha tendido a llamar cine de arte o cine de autor, y vienen a recomponer y actualizar, por fuera de la disciplina historiográfica tradicional, aquellos fenómenos cinematográficos menospreciados por sus rasgos populares o, en ciertos casos, por su carácter controversial.