Por Agrivalca Canelón Silva
Introducción:
Desde mediados del siglo pasado y en lo que va del presente, la humanidad ha venido experimentando transformaciones rápidas y profundas, capaces de reordenar las condiciones de vida conocidas hasta el momento al fragor de un mundo acelerado, disruptivo, exponencial e incierto (García-López, 2021).
En el marco de esta dinámica en pleno avance, la declaración de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), titulada Transformando nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, formalizada a través de la Resolución 70/1 de 2015, constituye una ambiciosa guía que, a través de diecisiete objetivos y 169 metas asociadas, se propone abordar los desafíos mundiales más acuciantes a favor de las personas, el planeta y la prosperidad, en concreto, frenar el hambre y la pobreza; mejorar la salud; permitir el acceso al agua limpia; potenciar la educación, la igualdad de género, la protección social y las oportunidades de empleo; contener el cambio climático; evitar la pérdida de la biodiversidad y la degradación de los océanos; impulsar la energía asequible y no contaminante, el consumo responsable, el trabajo decente, la innovación y las comunidades sostenibles; y poner en marcha una gobernanza internacional que promueva la paz y la colaboración entre actores.