Por Hugo Antonio Pérez Hernáiz
Resumen:
Hay gente que conspira. Hay grupos que intentan imponer sus objetivos desde las sombras. Se reúnen en lugares impenetrables para la luz pública y desde allí, de manera antidemocrática, deciden el destino de los otros. A veces, los conspiradores son grupos sin importancia que sólo pueden lograr sus objetivos por medio de una infinita cadena de complots sobre complots, de alianzas y contra-alianzas innombrables. Pero en la mayoría de los casos, son grupos con poderes casi sobrenaturales sobre recursos humanos y económicos: sus órdenes son obedecidas por agentes en regiones distantes y son capaces de comprar a las más probas conciencias por medio de sobornos inconmensurables. Como en las novelas El Péndulo de Foucault de Umberto Eco (1989) o El Código Da Vinci de Dan Brown (2003), estos grupos pueden permanecer por generaciones escondidos tras las mamparas de reconocidas instituciones públicas y de grupos en apariencia inofensivos. Pero no por ocultos tienen menos control sobre importantes decisiones políticas y económicas. A veces los conspiradores presentan sus objetivos abiertamente, tal es el caso de los grandes poderes imperiales, pero sus artimañas son por lo general menos visibles, aunque penetren a lo social por todos sus poros.