Por Salvador Maldonado Aranda
El alarmante agravamiento de las formas y los efectos de las violencias que están aconteciendo en México constituye un momento oportuno para una reflexión crítica y ponderada sobre lo que ha pasado en los últimos años con el crimen organizado y las políticas de seguridad implementadas por el actual gobierno para contrarrestarlo. No sólo porque estamos viviendo un momento excepcional respecto de la criminalidad organizada y sus maneras de comprenderla y enfrentarla, sino además porque estamos próximos a un cambio de gobierno que, sin duda, tarde o temprano tendrá que afrontar una realidad sumamente desafiante si no quiere dar la espalda a las violencias que aquejan al país. La promesa de una nueva política de seguridad y justicia para la construcción de la paz que el gobierno propuso causó mucha expectativa; sin embargo, con el paso de los años hay un sentimiento generalizado de deterioro social e impunidad. Más allá del discurso público que posicionó una estrategia de seguridad centrada en la tristemente célebre frase de “abrazos, no balazos”, es necesario adentrarse en sus efectos políticos y sociales, así como en las consecuencias cotidianas que ha traído consigo la estrategia gubernamental contra las violencias…