Por Ricardo A. Yocelevzky
Introducción:
El propósito de las notas que siguen es revisar la vigencia de las aportaciones de Marx a los fundamentos epistemológicos y teóricos de una ciencia de la sociedad. Ésto se hará a partir de mostrar la consistencia de algunas ideas fundamentales en la obra de Karl Marx con las aportaciones del constructivismo de Jean Piaget a la fundamentación de una sociología científica.
No se trata de “traficar” con la autoridad de uno u otro autor en el sentido doctrinario que su pensamiento adquiere para algunos de sus seguidores. En primer lugar, porque en la actualidad Marx no está de moda ni siquiera en el ámbito de la teoría sociológica, del mismo modo que si el pensamiento de Piaget tiene una difusión importante, no es en relación con las ideas contenidas en su obra de las que aquí se hará mención. En segundo lugar, no se puede inventar un Marx constructivista avant la lettre, mucho menos un Piaget marxista involuntario.
Actualmente las ciencias sociales, y en particular la sociología, definida por una dispersión de puntos de vista y un cuestionamiento radical a la posibilidad de justificar su existencia, puede resultar útil la revisión de algunos fundamentos que, en otro tiempo, formaron parte de una visión que estructuró la formación de los sociólogos. Mencionar el tema de esta manera constituye un anacronismo. Se sabe que Marx nunca se consideró a sí mismo como un sociólogo. Por eso, la propuesta de examen de la explicación marxista en sociología desde la perspectiva del constructivismo de Piaget requiere de algunas precisiones previas.
La constitución histórica de la sociología como disciplina científica no podría haber prescindido de las teorías de Marx. Así es como cada generación de sociólogos, o más bien cada etapa de la cultura sociológica que comparten los practicantes de esta disciplina, ha reconsiderado las aportaciones de Marx. Incluso, la tradición sociológica constituida en la segunda mitad del siglo XX lo consagró como uno de sus “clásicos” (Wallerstein, 1998:5-18).
El lugar de Marx era muy especial en esta cultura sociológica que en la actualidad vive su crisis junto al orden mundial que sostuvo durante medio siglo. Por una parte era endiosado como la fuente insuperable de conocimiento sociológico, frente a la cual toda la sociología restante era un esfuerzo inútil de refutación, descalificado de antemano por su carácter burgués; mientras por otra, su incorporación al elenco de los clásicos se hacía a partir de una selección de afirmaciones muy generales acerca de la realidad social, descontextualizadas del conjunto de su obra de tal manera que resultaban o muy discutibles o triviales: entre éstas figuran el carácter conflictivo (antagónico) de la sociedad de clases y la causalidad económica de los fenómenos políticos.
Piaget considera a Marx fundamental en el proceso de constitución de la sociología en el siglo XIX, proceso definido por la inversión de la perspectiva de las filosofías sociales de los siglos XVII y XVIII. Esta inversión lleva “a tomar como punto de partida la única realidad concreta que se ofrece a la observación y a la experiencia, es decir la sociedad en su conjunto, y a considerar al individuo con sus conductas y comportamiento mental como una función de esta totalidad y no como un elemento preexistente en estado aislable y provisto de antemano de las cualidades indispensables para dar cuenta del todo social” (Piaget, 1977:30-31).
Así, Piaget afirma algo que equivale a tomar partido en las controversias epistemológicas, teóricas y metodológicas que caracterizan a buena parte de la sociología actual.