Por José Agustín Silva Michelena
CENDES-UCV
1970
Después de hacer un exhaustivo análisis del sistema sociopolítico, José Agustín Silva Michelena pronosticaba lo siguiente:
“Hacia 1984 la economía entrará de nuevo en uno de sus puntos críticos. El que se pueda o no salir de esa encrucijada depende en gran parte de la eficiencia con que se realice la industrialización. Si las nuevas industrias son capaces de competir con éxito en el mercado mundial, puede decirse entonces que estarían dadas las bases para crecer hacia afuera; si no, las perspectivas son las de un largo estancamiento semejante a aquellos que han pasado desde hace unos treinta años en Argentina y Chile.”
Estudios realizados sobre la economía venezolana, basados en un modelo de experimentación numérica y publicados un año más tarde,2 reforzaban las conclusiones anteriores y permitían hipotetizar que una política basada en la «búsqueda de un proyecto original de sociedad incorporando creativamente los logros alcanzados en otros países» podría lograr «las metas de satisfacción de necesidades ( ) por no presentarse estrangulamientos en el sector externo y no observarse brecha de desocupación».
Como el estudio concluía afirmando la necesidad de un cambio drástico de estructuras del sistema socioeconómico, se planteaban dudas sobre su viabilidad política, más aún tomando en cuenta, como lo hacían las investigaciones del Cendes, que:
De las investigaciones realizadas se desprende que la elite dominante en el país carece de la necesaria homogeneidad y espíritu emprendedor y perspectiva nacional como para diseñar y aplicar un programa eficiente de desarrollo económico. Por el contrario, la elite se halla en un impasse del cual es muy difícil que salga sin que se produzcan cambios sustantivos en la orientación del desarrollo nacional. (Prospecto del Cendes, 1973-1974).
Lo que siguió a esos años demostró que el análisis prospectivo del Cendes era acertado. Pese a que no se previó la nacionalización de las industrias del hierro y del petróleo, ni otros fenómenos importantes como el aumento de los precios petroleros de 1973 como consecuencia de la guerra árabe-israelí, por tratarse de diagnósticos estructurales, basados en investigación científica, se logró captar tendencias no alterables por hechos como los mencionados. Desde mediados de 1977, la economía venezolana comenzó a mostrar signos de estancamiento. A pesar del segundo shock petrolero (1980-1981), dicha tendencia continuó.
Se interpretaba la situación de falta de resonancia en las esferas del poder político nacional argumentando que el desencuentro entre la investigación científica y la política es «lo normal» en una sociedad dependiente, condición inherente de Venezuela. Y se concluía diciendo:
No somos tan ingenuos para creer que de repente surgirá una nueva racionalidad que hará que el bloque en el poder cambie de rumbo motu propio. Sin embargo, nos queda la esperanza que las fuerzas sociales que aspiran a un cambio aprovechen los resultados de las investigaciones científicas, como las que se presentan en este primer número de la RCC, para definir sobre bases más sólidas sus proyectos nacionales.
Hebe Vessuri. 2009